melicidade

26.11.07

Libertad

Hoy volvía de dejar a Roberto en su micro, y camino a casa, por el recodo oscuro e inevitable al caminar, había un hombre de actitud sospechosa. Lo primero que pensé, obviamente (como buena hija protegida y ciudadana que lucha a diario contra la campaña del terror y el impresionante aumento de la delincuencia en Chile) fue "este gil capaz que me quiera asaltar".

Luego, pensé "pero no ando con aros, ni anillos que pueda robarme, no tengo llaves de mi casa, no tengo el pase escolar, ni bolsas o carteras, ni una sola moneda en el bolsillo, ni mi celular. No hay nada que me pueda robar, ¿para qué me va a asaltar?"

Y me sentí tan liiiiibreeeee.... tan feliz de tener sólo mi ropa puesta, y mis manos en los bolsillos, tan feliz de no tener nada encima, tan tranquila y llena de tiempo, caminando a mi ritmo, con mis chalas viejas y mis jeans ya rotos, y supe profundamente que dentro, bien dentro, la ciudad aún no me corrompe. Aún puedo seguir caminando, tomando sólo agua, y que por eso todavía me quedo mirando a los gorriones cuando están saltando en los pastos, y no a los autos último modelo que transitan tan cerca.

Finalmente, al acercarme con mi destello de libertad al hombre sospechoso, resultó ser sólo una señora leyendo un papel.

5.11.07

Anónima

Hoy por hoy siento que mi vida es una melancólica promesa deshilachada.


El anónimo - Silvio Rodríguez

Un día como otro yo leía mis cartas, rascándome una ceja, solo y en voz alta, y el último papel que me cayó en las manos era un carta anónima en lenguaje claro. Me escribía una mujer de timidez muy obvia, que hablaba de su vida con tan poca gloria. Se dibujaba lágrimas y a veces risas, con tanta sencillez, como con tanta prisa.

Cuántos papeles he recibido, fotos y textos, firmas de adorno, cuántos pedidos, cuántos honores y vanidades, cuánto espejismo, cuánto juguete de los mortales, de los mortales.

Aquella muchacha no pedía mi rostro, ni letras olvidadas ni inútil autógrafo, decía que con lágrimas o con sonrisas, mis cosas para ella siempre eran las mismas. Y en su trabajo el gusto le conocen tanto que corren a buscarla cuando en radio canto. En su casa le dicen que me rinde culto, y eso hace que me sienta el autor de un hurto

Con qué derecho, con cuál astucia provoco encantos, provoco sueños, provoco angustias. Con qué derecho otros fantasmas quitan y ponen a sus antojos vida en el alma, vida en el alma

Me conmovió su gesto desinteresado, escribir y verterse sin pedir a cambio. Decía como hablando de un imposible y me hubiera hecho infinitamente feliz que tú, un día, me hubieras escrito una canción. Y aquí está la canción, lo que un poquito cruda, porque la realidad se ha de cantar desnuda. Sobrecoge pensar que de piedra brillante, porque es piedra y brilló, se crea que es diamante.

Cuántos papeles he recibido, fotos y textos, firmas de adorno, cuántos pedidos, cuántos honores y vanidades, cuánto espejismo, cuánto juguete de los mortales, de los mortales.