29.6.06
27.6.06
Soundtrack de "El vacío, los silencios... "
Banda Sonora de Se Arrienda, altamente recomendable.
Un recuerdo abrazado a mi amigo Gonzalo Cocaco, ahora entiendo el pesar en el que te encontrabas cuando vimos esta película.
El vacío, los silencios, los errores, los dolores
Es un limbo, el famoso limbo de la tesis. Es vivir en un permanente fin de semana largo, con un asomo de disciplina que rara vez funciona, con una cantidad de caminos tan grandes, tan disfrazados el uno al lado del otro, encima, hacia allá o hacia acá, que es imposible saber hacia dónde se está caminando. Tratar de recorrer uno, de probar, es derivar en una nueva pequeña gran maraña de opciones e incertidumbres. Y lo único que quiero, dentro de mis ideas, mis gustos, de la fortuna invaluable de poder elegir lo que quiero hacer, es una luz que te dé una pista, poder agarrar uno o dos de los caminos y lanzarse a ellos sin miedo de tener que devolverte, de tener que dar explicaciones, de soñar huevadas, de llorar casi sin motivo, cual colegiala solitaria. Una necesidad de definiciones tan grande que me tiene loca, que duele, que estorba, que ensucia.
Una necesidad de dedicación, un hambre de la mente de sentir que sí se está haciendo algo, de sentir que estoy sentadita en un banco de descanso en el camino y no alojando en él.
Es triste porque es como si no tuvieras nada de qué hablar, porque sientes que hay un mundo que se mueve a pesar tuyo, con y sin ti, que da lo mismo si estás o no en él. Si imaginas una mujer semi acabada, sentada todas las tardes en la barra de un bar, fumando, por supuesto, chascona y sola, es como eso. Y es tremendamente ingrato de mi parte, sentirme tan botada estando tan rodeada de amor, pero es que la cabeza exige algo en que cranear, y uno necsita seguir, moverse, avanzar. No va sólo en hacer algo, va en sentir que ese algo hace que otras cosas en mí crecen, evolucionan, se colorean. Pero a veces el amor, la comprensión, el no tener que preocuparse de la sobrevivencia, juegan en contra y te hacen caer en este estado que no es depresivo (porque desde que lo tengo a él que esas cosas no existen, que mis burbujeantes ilusiones se solidificaron creando el cimiento del Planete Melicidade) pero es penca, es denso como Taxi Driver, es difícil de manejar y atacar, porque es nuevo.
Tú eres una luz. No es el sol que sale en estos días, sino tu rostro, como diría Silvio en esa preciosa melodía. La única luz del único camino en el que transito feliz, a mis anchas, el único camino en el que quiero correr. Y tratar de no ensuciar como buen ser humano que soy, tratar de no rayar sus muros de sombras y acuarelas, de no quebrar una esquinita del pavimento, de no sacar -nunca más!- ni el recuerdo de una lágrima. Y limpiarme un poco yo también, con el cuidado mutuo, del camino, de los sueños, de los ires y venires del tiempo, que con nosotros tiene otra forma y otro conteo de los segundos. Agh, tanto que tengo que arreglar.
Fix me
3.6.06
2.6.06
Valparadise Planete
Yo no conozco nada, voy ciega de asombro de la mano de mi guía, Rober, quien se mueve en las calles telarañas con total conocimiento de causa, o al menos con más confianza en la dirección de nuestros pasos. La luz nos acompaña hoy, un soleado día, sin frío y sin viento. Plazas y locales del plan dejamos abajo para internarnos por una calle ascendente en dirección a quizás qué sorpresa y con mucho esfuerzo logro seguirle el paso y llegar a la entrada del Cementerio N° 2 al que no pudimos entrar. En el camino callejones, letras, fachadas, escaleras, gatos y perros. Y una plaza bien llamada Descanso. Al borde de la ex cárcel nos acomodamos a revisar los mapitas e iniciamos el descenso para tomar el ascensor Reina Victoria, cuyo derecho al uso cuesta sólo cien pesos, yo pensé que con toda su fama iban a costar mucho más, pero claro, por muy Patrimonio que sean, siguen siendo un medio de transporte habitual para la gente y no pueden irse al chancho. En fin, son cien pesos que incluyen la sensación de terremoto al subir por él, un crujir de materiales y un temblequeo del piso, que por un segundo me asustan, pero disimulo muy bien, un poco porque estoy viejita pa estas cosas, y otro poco porque tampoco es pa tanto. Y porque no voy sola, no me siento sola.
La llegada arriba a un paseo famoso en el Cerro Alegre (no recuerdo el nombre, Atkinson?) donde mi novio saca montones de fotos preciosas, a las callecitas, las casas, la gente, los cables, los gatos, las mariposas, y a mí también, aprovechándose de mi momentánea distracción. Las imágenes me recuerdan más sensaciones que palabras. Una cuidad que llena el corazón de sueños, donde no sólo puedo trabajar (ejem, el paseo se fundamenta en mi necesidad de conocer mi sitio de estudio para la memoria de título y buscar información en instituciones varias), sino que podría vivir.
Quédate. Quédate conmigo ahora, y déjame cuando esté durmiento. Si no vuelves, voy a pensar que esto fue un sueño, y voy a poder seguir adelante